Sunday, February 04, 2007

UN SILENCIO LARGO, LARGO...

Apestaba a orines. Y definitivamente a mierda en esa oscuridad. Él escuchaba que al otro lado de ese cuarto, alguien arrastraba una silla, maldecía y hablaba con prisas. Escuchó el rechinido de la puerta al abrirse y luego, un dolor punzante en el bajo vientre, la patada en los huevos fue demasiado, aulló de dolor. Lágrimas de miedo y dolor corrían por sus mejillas, y el pañuelo sucio que le tapaba la vista no servía de nada. "¡Pinche bato, diles que estás bien pendejo...Oístes!" y en vilo lo levantaron, empujandole sin miramientos hacía una silla, sintió la piel de alguno de ellos, en su oreja y el frío del plástico después. Escuchó su nombre, la voz de su padre y sollozó..."Pá...estoy bien" fue todo lo que dijo y un manotazo en la mejilla fue la respuesta que no esperaba. Lo levantarón y a traspiés lo sacarón de la hediondez de ese cuarto. Respiro, respiro profundamente el aire fresco que recbía. Ramón bailaba alegremente, cachondeaba con Paulina su novia, masajeaba sus nalgas al compaz de la música, se repegaba, ella se dejaba hacer, moviendo su cadera hacia él. El pantalón abultado en la entrepierna de él, prometía la noche. Salierón de la discoteca abrazados, abrieron el coche, se besaron largamente y luego, la rápidez de todo aquello, lo asombraba, le temía. Solo recordaba a aquellos encapuchados que lo golpeaban y lo subían a una camioneta negra, y a Paulina aterrada, gritando y luego, el cuerpo de ella cayendo lentamente, luces por todos lados, rojas, rojas, rojo como el rojo en la frente de Paulina. Luego, la oscuridad total, después el dolor en la cabeza, en los huevos, en el vientre, el olor a orines, a mierda y ese silencio largo, largo. El padre de Ramón contestó el teléfono a las dos de la mañana, la voz al otro lado de la línea pedía una cantidad considerable en efectivo por su hijo. Las luces azules y rojas, que entraban por el ventanal de la sala, donde los padres de Ramón aturdidos aún, llamaban a amigos y familiares, entraron de lleno. Esperaron a oír el timbre de la puerta. La policía tocó en la casa vecina, Y los padres de Paulina se enteraron que está estaba muerta. Dos horas más tarde, el padre de Ramón en esa misma sala, escuchaba a los agentes policiacos, hablar de tácticas, procedimientos y soluciones. "Tengo ganas de orinar" dijo Ramón. "¡Pués mea cabrón!" escuchó y el dolor de una patada en la espalda lo dobló. Lágrimas y orines fuerón uno solo. Tres días después, Ramón vendado, tenía un dolor en el cuerpo, la asfixiante atmósfera de ese cuartucho, ya eran parte de su mismo olor. Ramón olía a mierda, a orines, a suciedad; Ramón olía a miedo. Cinco días más tarde, los padres de Ramón recibían una caja forrada en papel de china blanco. Adentro, tres dedos y en uno de ellos un anillo de oro con un ópalo iridiscente engarzado. En la oscuridad del cuarto, Ramón despertó de madrugada con un dolor intenso en la mano y un silencio largo, largo... PuertoVallartaJaliscoméxicoDRCR2000

3 comments:

ReinaDeSalem said...

Oscura historia..., tremenda historia. Casi, casi... duele.

Mil besos.

Gustavo said...

Oh Joel, me sentí él, el infortunado secuestrado. Sin duda debe ser una de las peores experiencias por las que alguien puede pasar. ¿O es acaso una metáfora sobre los sentimientos que como el protagonista matenemos a voluntad en el encierro? No lo sé, tal vez por eso sentí empatía. Sí, lo confiezo, ciertas cosas no les dejo ver la luz del día, como tu protagonista.

Un saludo fraterno

Travis

AnaR said...

Joel...que historia más escabrosa .Y el final...joer hasta se siente.

Un abrazo