Tuesday, October 13, 2009

Micro...

Vincent se cortò una oreja. Se negò a escuchar la palabra Olvido; en una noche estrellada...
JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMèxicoCRDReservadosMèx9/01/00

Monday, October 05, 2009

MELPÓMENE...

 I
La habitaciòn era azul. Azul como las soledades encumbradas en tragedias o simplemente azul como la tristeza. Eso habìa dicho Ella cuando Èl, se entrego al placer de beber licor a cualquier hora. Por eso, a nadie de los amigos, sorprendiò ver la esquela en el periòdico ese dìa, que anunciaba la tragedia. Ella, de luto, miraba fijamente el ataùd y recibìa el pèsame con estoicismo. Ese año, desapareciò por fìn, el frìo y al calor de un condominio frente al mar y un hombre desnudo en su cama. 


A miles de kilòmetros de ahì, un agente de seguros marcaba un nùmero telefònico y escuchaba el susurro de una voz en la distancia.
El hombre desnudo en la cama, apenas despertaba. Ella sonriò coqueta ofreciendole una copa de tinto, mientras guardaba discreta la muerte en la pequeña cartera de piel; regalo de alguien apenas enterrado. 


II 


En la quinta noche de amor, Zeus engendrò a Melpòmene.
Mnemòsine, despertò aterrada por los dolores y escupiò fuego por sus entrañas. 

Està hija-sentenciò-serà llamada ¡tragedia!. 

Y no hubo hora alguna en que los hombres alrededor de ella, aprendieran a sobrevivir bajo su tutela. 



JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMèxicoCRDReservados08

Saturday, September 26, 2009

LIBERTAD...

La exhuberante selva dejaba sombras por el camino, mientras lo recorría. A lo lejos, el murmullo de las olas al reventar en la arena me atraía, me atraía como la espera de un amante o como el primer verso que un poeta espera y no llega. Entonces recordé el sueño de siempre: Yo dormido en mi cama, y el arrullo de las olas en mi oído, luego, poco a poco, el olor del mar, ese olor de caracolas y algas. Entonces, empezaba a navegar mi cama como buque, yo a remar esperanzado a llegar a la orilla, a cualquier orilla o playa, entonces, la ola, esa gran ola que hacia que mi exigüa canoa, ese buque al que yo me aferraba y no era más que mi cama, se volteara, diera tumbos y volteretas, haciendo que saliera disparado hacia el agua salada, sentía el sabor en mi garganta, la desesperación en mi cuerpo, trataba de azirme a algo sin lograrlo, ese terror de la asfixia, del ahogamiento y luego nada...todo oscuro, entonces despertaba empapado en sudor y con un dolor en el corazón y el terror que aprisonaba mi almohada con mis manos aferradas a ella.



El mar se escuchaba más cercano, mucho más cercano que las dos horas de viaje en automóvil a travez de la selva. Llegué y me aparqué justo en el inicio de la playa. Las olas y su sabor de brisa me recibiéron como si me esperaran, como si estuvieran esperandome toda una vida.


Abrí una lata de cerveza, la bebí apurado mientras me descalzaba y me quitaba la ropa, para dejarme el bañador. Camine sonriendo lentamente hacia la orilla misma de esa playa solitaria, a lo lejos gaviotas al vuelo y un velero pasando, el agua prístina y fresca me beso los pies y cerré los ojos. Me sentí como esas señoras gordas que no se animan a zambullirse y solo optan por mojarse los pies y solté una carcajada en esa soledad azul, me respondieron atronadores aullidos de monos saraguatos y silencie mi voz, para disfrutar la naturaleza. La ola apareció de la nada, sin aviso previo, sin premura y con la alevosía de la naturaleza me arrastró por la orilla, gire como los granos de arena al reventar la ola, me atragante con arena mojada y agua salada, resoplé por aire, pero todo era burbujas blancas y ondas de arena revolcandose alrededor de mi cuerpo y la playa. El dolor fue insoportable, no supe de mi hasta que abrí los ojos en un hospital, mi madre a un lado llorosa y con rictus de preocupación; tan solo era una revolcada marina y me había roto el brazo en tres pedazos. Permanecí tres meses sin ir a la escuela y comiendo pastelillos que mi madre preparaba con amor para la convalecencia. Eso es todo lo que recuerdo de aquella fugaz aventura amorosa y cruel con el mar, cuando de niño me había rechazado. Pero hoy, con los años a cuestas, venía dispuesto a perdonar el soez rechazo del mar y a fraguar un nuevo rito de amor entre mi alma y la marea. Regresé a la ciudad de nuevo, a la rutina, a lo cotidiano, al aburrimiento gris de siempre. Pero en mi mente siempre quedará el recuerdo de ese día en que mis pies fueron amorosamente besados por las olas. Y tambien la promesa de volver a ese mismo lugar y congraciarme. Dejar atrás la cobardía y el terror y zambullirme de una vez por todas en ese mar de mis sueños pesarosos y reencontrarme conmigo mismo para hayar la libertad final de todas mis pesadillas...


JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMéxicoCRDR8/7/09

Saturday, September 12, 2009

LA MANERA PERFECTA

Lo primero que tengo que hacer es desnudarte por completo, eso es definitivo y crucial para posteriormente escaldarte en agua hirviente, aunque no es el metodo que yo deseo, primero te quiero muerta, bien morida, bien difunta, porque no soportarè que me mires con ojos suplicantes y acaso emitas algun sonido de dolor, puedo soportarlo un poco, muy poquito.Pero he encontrado el viejo libro del abuelo y en una de sus pàginas ha descrito perfectamente la manera en que puedo tenerte desnuda frente a mì y con tu carne firme: Escaldandote.
Por eso, prefiero explicarte paso a paso lo que te voy a hacer, aunque no te vea, no puedo y ni quiero mirarte con esos ojillos asustados y vivos. Cuando te encuentres desnuda por completo, con toda la lentitud del mundo pondrè mis manos sobre tu pezcueso y sin miramientos apretarè y apretarè y apretarè, hasta que no quede halito de vida en tì. Entonces si, querida, te abrirè en canal para sacar tus visceras una por una y ya limpia te meterè en la leña para observar con gran paciencia como tus carnes van cambiando de color y que tu olor invada mis espacios. Y durante ese tiempo, deberè indagar en las pàginas amarillas del libro del abuelo alguna otra manera igual de fàcil para sacrificar otras criaturitas, pero por lo poco que he visto, no hay màs que recetas para sacrificar gallinitas de sussex o codornices al antigüa usanza. Espero que la gallinita està sepa tambien como lo promete el abuelo.
JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMèxicoCRDR

Friday, March 20, 2009

La Pasiòn Segùn Julia...

Julia era de esos seres etèreos, que se transmutaban en sombras para el mundo. Los años de vigilia ante una madre enferma y la soledad de ser hija ùnica, pesaban como alas de cuervo haciendo juego con el luto de existir. Por eso, cuando la madre de Julia muriò y ella se abandonò a toda creaciòn mundana, -cosa que le era fàcil, jamàs tuvo una sola- y se recluyò en los rezos diarios, en los salmos proclamados con autoridad y ojos centellantes por el viejo parròco de la iglesia cercana y las letanìas de beatas y viejas casi santificadas por todos los años de rosarios y mea culpas orados a las siete en punto, los siete dìas de la semana, jamàs imagino que en una esquina, saliendo del rosario vespertino, descubrirìa la vida. Con la mantilla negra sobre su cabeza, salia Julia apurada, aùn con en el eco del Amèn, en su cabeza. La casa paternal, distaba ocho largas cuadras de la iglesia, con paso apurado, pasaba cuadras, con la mente puesta en el pan de la merienda. Los otoños en el pueblo eran lùgubres, el sol se escondìa a las seis y las escasas làmparas en las calles apenas alumbraban, un frìo serrano carcomìa los sentidos y hacìa bailar dentaduras, Julia apretaba contra su pecho el viejo poncho de lana, que solìa llevar su madre muerta. Cuando a una cuadra antes de llegar a la vieja casona, Julia se detuvo al escuchar un gemido sùtil apenas, esperando encontrar entre las sombras un perro herido, lo que sus ojos observàron la paralizo y su mirada acostumbrada a la oscuridad, no dejo de mirar, hasta perderse en lo observado. Esa noche, Julia durmiò desnuda, y la noche siguiente, y la siguiente. En el pueblo, aùn murmuran, acerca de la desapariciòn de la solterona Julia. Mientras ella, satisfecha, con los pechos en flor y el cuerpo otoñal primaverado, retoza gozoza, en el burdel del pueblo vecino. Soñando de nuevo con el joven sacristàn que en una esquina oscura, la invitaba a palpar y sentir la vida. Cuando el sacristàn abriò los ojos, que cerrados por el placer solitario de la masturbaciòn tenìa, observò a la solterona mirando sus escarceos sexuales, sin vacilar, la llamò y se fue acercando. Julia entonces cerrò los ojos y con manos temblorosas palpò con diligencia lo que le ofrecian. Esa mañana, - enredada en el cuerpo juvenial de un sacristàn que bien podrìa ser su hijo- despertò luminosa y sin sombra alguna de sus vigilias de enfermera. Cuatro dìas enteros el mozuelo y ella aprendieròn los recovecos de sus cuerpos y al quinto, asustado por la disposiciòn insaciable de Julia, èl, dejo la vieja casona para siempre, dejando a Julia en un sueño de àngeles y fuego. Un mes màs tarde, Julia desaparecià del pueblo y esa misma noche acariciaba largamente la entrepierna del conductor de trailers que habìa subido a una mujer en medio del camino rumbo a un pueblo sin nombre. JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMèxicoCRDerechosReservados