Saturday, September 26, 2009

LIBERTAD...

La exhuberante selva dejaba sombras por el camino, mientras lo recorría. A lo lejos, el murmullo de las olas al reventar en la arena me atraía, me atraía como la espera de un amante o como el primer verso que un poeta espera y no llega. Entonces recordé el sueño de siempre: Yo dormido en mi cama, y el arrullo de las olas en mi oído, luego, poco a poco, el olor del mar, ese olor de caracolas y algas. Entonces, empezaba a navegar mi cama como buque, yo a remar esperanzado a llegar a la orilla, a cualquier orilla o playa, entonces, la ola, esa gran ola que hacia que mi exigüa canoa, ese buque al que yo me aferraba y no era más que mi cama, se volteara, diera tumbos y volteretas, haciendo que saliera disparado hacia el agua salada, sentía el sabor en mi garganta, la desesperación en mi cuerpo, trataba de azirme a algo sin lograrlo, ese terror de la asfixia, del ahogamiento y luego nada...todo oscuro, entonces despertaba empapado en sudor y con un dolor en el corazón y el terror que aprisonaba mi almohada con mis manos aferradas a ella.



El mar se escuchaba más cercano, mucho más cercano que las dos horas de viaje en automóvil a travez de la selva. Llegué y me aparqué justo en el inicio de la playa. Las olas y su sabor de brisa me recibiéron como si me esperaran, como si estuvieran esperandome toda una vida.


Abrí una lata de cerveza, la bebí apurado mientras me descalzaba y me quitaba la ropa, para dejarme el bañador. Camine sonriendo lentamente hacia la orilla misma de esa playa solitaria, a lo lejos gaviotas al vuelo y un velero pasando, el agua prístina y fresca me beso los pies y cerré los ojos. Me sentí como esas señoras gordas que no se animan a zambullirse y solo optan por mojarse los pies y solté una carcajada en esa soledad azul, me respondieron atronadores aullidos de monos saraguatos y silencie mi voz, para disfrutar la naturaleza. La ola apareció de la nada, sin aviso previo, sin premura y con la alevosía de la naturaleza me arrastró por la orilla, gire como los granos de arena al reventar la ola, me atragante con arena mojada y agua salada, resoplé por aire, pero todo era burbujas blancas y ondas de arena revolcandose alrededor de mi cuerpo y la playa. El dolor fue insoportable, no supe de mi hasta que abrí los ojos en un hospital, mi madre a un lado llorosa y con rictus de preocupación; tan solo era una revolcada marina y me había roto el brazo en tres pedazos. Permanecí tres meses sin ir a la escuela y comiendo pastelillos que mi madre preparaba con amor para la convalecencia. Eso es todo lo que recuerdo de aquella fugaz aventura amorosa y cruel con el mar, cuando de niño me había rechazado. Pero hoy, con los años a cuestas, venía dispuesto a perdonar el soez rechazo del mar y a fraguar un nuevo rito de amor entre mi alma y la marea. Regresé a la ciudad de nuevo, a la rutina, a lo cotidiano, al aburrimiento gris de siempre. Pero en mi mente siempre quedará el recuerdo de ese día en que mis pies fueron amorosamente besados por las olas. Y tambien la promesa de volver a ese mismo lugar y congraciarme. Dejar atrás la cobardía y el terror y zambullirme de una vez por todas en ese mar de mis sueños pesarosos y reencontrarme conmigo mismo para hayar la libertad final de todas mis pesadillas...


JoelLangarikaPuertoVallartaJaliscoMéxicoCRDR8/7/09

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