Thursday, August 24, 2006

ROOF TOP


Salió apurada, sabía que la hora de la cita estaba llegando, con las horas perdidas en el parque, en el salón de belleza, en las manos prodigiosas de Teté la masajista, en aquel café del barrio cuatro, en esas prisas de la gente por la calle y en ese intoxicante humo de los cacharros que transitaban por todos lados, dejando una estela de cuervos sin alas y sin cuerpo; tan etéreos como un suspiro añejo. Entonces, fué nombrando a voz baja el nombre de cada uno de sus amantes, y repitió el de aquel con el que perdió la virginidad, aquel de olor sensual a hombre viendola fijamente entre los vitrales del estudio fotográfico del padre. Silbó el tono aquel de la campanilla de la puerta de entrada que anunciaba la entrada y camino por la acera apurada, dando grandes pasos, como aquellos, cuando con palabras resueltas atacó el rubor de sus mejillas...Repitió de nuevo el nombre ese, en un gemido inconcluso y jadeante. Llegó al edificio de departamentos, subió al ascensor atiborrado. Alguién pregunto que piso. Con voz de niña mimada pidio el "roof top", sintió el hueco en el estomago mientras subia: quince, veinte, treinta y cinco; roof top. Con un dolorcillo en el pecho salió al aire vespertino, que le pegó de lleno en la cara, le infló los pezones, le sacudió el sexo; la llevo por el sendero del sol ocre que dibujaba naranjas y mandarinas en el mortero o regalaba sombras perezozas en las esquinas del último piso. Ahi estaba, como lo recordaba, con la sonrisa de niño y los ojos tan negros como nunca, el mismo peinado, la misma camisa alba y almidonada, los pantalones oscuros... Alzó la mano, no importó barrera alguna contra su arrojo. Ya no estaba ni la madre, ni el padre y ni la abuela. Ya no estaba nadie que le impidiera pertenecer del todo a ese hombre, al que había esperado siempre desde aquella tarde en el reducido baño del estudio fotográfico de papá. El aire, furioso, golpeaba sus cabellos, en un remolino los enredaba, elevaba el vestido, se metia entre su cuerpo y el espacio. Nora anuncio su muerte en los periódicos en primera plana. Una mancha carmesí inundaba el pavimento treinta y cinco pisos abajo de aquel edificio condominial donde habitaba. En su condiminio, por toda explicación encontrarón la fotografía sepia de un hombre adusto mirando fijamente a la camara y la fecha en tinta mil novecientos cuarenta y cuatro. En un cajón del buró, un diario tan antigüo como la foto.
"Estoy harta de la soledad y el amor perdido"
Con firmes y grandes letras, en la última página del diario; Nora se despidió del mundo.
Joel Langarika PvallartaJaliscoMex/8/5/2001CDR

3 comments:

Poemas e Cotidiano said...

Triste historia meu amigo! No que pude entender.
Beijos
MARY

Anonymous said...

Ufff tremendo y triste final,besos

Clarice Baricco said...

Buen relato.
No dejes de escribir.

Un beso